Aditivos alimentarios controvertidos: qué son, cuáles evitar y cómo identificarlos

En la actualidad, la mayoría de los alimentos procesados que encontramos en supermercados y tiendas contienen algún tipo de aditivo. Colorantes, conservantes, edulcorantes, emulsionantes… los vemos listados con códigos que muchas veces no entendemos: E120, E621 o E951. Pero, ¿sabemos realmente qué significan? ¿Son seguros para nuestra salud?
Los aditivos se añaden para mejorar aspecto, sabor, conservación o textura. Aunque están regulados por organismos sanitarios, algunos llevan años generando debate por sus posibles efectos negativos: desde alergias hasta alteraciones neurológicas.
Además, nuevas normativas europeas han introducido ingredientes aún más controvertidos, como harinas de insectos o colorantes extraídos de cochinillas. Esto ha abierto un debate no solo sobre salud, sino sobre transparencia y respeto a las creencias de los consumidores.
Este artículo te ofrece una mirada clara y actualizada sobre los aditivos más discutidos, cómo reconocerlos y qué alternativas tienes si deseas evitarlos.
¿Qué son los aditivos alimentarios?
Los aditivos alimentarios son sustancias que se añaden intencionadamente a los alimentos para modificar sus características: mejorar su conservación, sabor, color o textura.
Se clasifican en categorías como:
- Colorantes (ej. E129 – Rojo allura)
- Conservantes (ej. E202 – sorbato potásico)
- Antioxidantes (ej. E300 – Ácido ascórbico)
- Emulsionantes (ej. E471 – Mono y diglicéridos de ácidos grasos)
- Edulcorantes (ej. E951 – Aspartamo)
- Potenciadores del sabor (como el E621 – glutamato monosódico)
Aunque algunos son naturales, muchos son sintéticos o “semi-naturales”, es decir, procesados químicamente. Y aunque estén permitidos legalmente, su consumo frecuente en productos ultraprocesados plantea dudas sobre sus efectos acumulativos en el organismo.
Ingredientes controvertidos: ¿qué deberías mirar con lupa?
Aquí tienes algunos de los aditivos más discutidos por la comunidad científica y sanitaria:
Glutamato monosódico (E621):
Potenciador de sabor muy común. Algunas personas reportan efectos secundarios como dolores de cabeza o palpitaciones. Aunque no hay consenso científico, la sensibilidad individual es real.
Aspartamo (E951):
Edulcorante artificial presente en productos “light”. Se ha asociado a problemas neurológicos y metabólicos en algunos estudios, aunque sigue aprobado por las autoridades.
Nitritos y nitratos (E249-E250):
Conservantes de carnes procesadas. Pueden convertirse en nitrosaminas, compuestos potencialmente cancerígenos. Relacionados con mayor riesgo de cáncer colorrectal.
Colorantes artificiales (E102, E110, E129, etc.):
Vinculados a hiperactividad infantil y alergias. Algunos están prohibidos en países como Noruega o Canadá, pero están permitidos en la UE con restricciones.
BHA y BHT (E320, E321):
Antioxidantes usados en cereales y snacks. Estudios en animales los relacionan con alteraciones hormonales y riesgo cancerígeno.
Carragenanos (E407):
Espesantes de origen marino presentes en productos “saludables” como leches vegetales. Efecto inflamatorio intestinal en personas sensibles.
Existen algunas webs y aplicaciones que nos informan sobre estos códigos y los clasifican por su toxicidad y efectos en la salud:
https://www.aditivos-alimentarios.com/
https://play.google.com/store/apps/details?id=com.dac.codigose&pcampaignid=web_sharehttps://apps.apple.com/es/app/aditivos-alimentarios/id326082487
Insectos en tu comida: ¿Sabías que están permitidos por ley?
Desde 2025, la UE permite el uso de harina parcialmente desgrasada de larvas del escarabajo Tenebrio molitor en alimentos como pan, pasta, snacks o barritas energéticas. Todo regulado por el Reglamento de Ejecución (UE) 2025/89 de la Comisión, de 20 de enero de 2025.
Aunque se presenta como una fuente de proteína sostenible, no está exenta de riesgos:
- Puede contener metales pesados como cadmio, plomo, arsénico y mercurio, dependiendo del sustrato con el que se crían las larvas.
- Riesgo de alergias cruzadas con crustáceos y ácaros del polvo.
- El etiquetado puede ser confuso para el consumidor promedio. Si en el etiquetado aparece alguna nota de que puede contener crustáceos, o que esté mencionado en alérgenos, es probable que las lleve.
Más allá de lo sanitario, también despierta rechazo por motivos culturales, religiosos o éticos. ¿Está la sociedad realmente informada de lo que consume? La mayoría de la gente no lee nunca las etiquetas de lo que consume.
Estudio sobre los sustratos y cómo influyen en la cantidad de tóxicos que acumulan las larvas de Tenebrio Molitor
https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC6926516/?utm_source=chatgpt.com
El ejemplo más claro de la poca transparencia en los ingredientes que se utilizan en procesados, se muestra con el carmín o ácido carmínico (E120), colorante natural de tono rojo intenso, obtenido de la cochinilla, un insecto parasitario.
Se encuentra en yogures, caramelos, golosinas, bebidas, cosméticos y embutidos.
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¿Qué dicen las autoridades sanitarias?
Organismos como la EFSA (Europa), la FDA (EE.UU.) y la OMS evalúan y aprueban aditivos dentro de unos límites seguros conocidos como IDA (Ingesta Diaria Aceptable). Pero estas evaluaciones no siempre contemplan el efecto combinado de múltiples aditivos ni la exposición crónica en dietas ultraprocesadas.
Además, hay incoherencias entre países. Si un estado considera tóxico un aditivo ¿Por qué el resto sigue considerándolos legales?
Muchos estudios “tranquilizadores” sobre estos aditivos son financiados por la misma industria alimentaria. Por eso, la confianza ciega no siempre está justificada.
¿Es para alarmarse?
No se trata de vivir con miedo, pero tampoco de normalizar lo que no es natural. Nuestro cuerpo no está diseñado para digerir químicos a diario. Y aunque un aditivo aislado pueda ser “seguro”, el problema es la suma, la frecuencia y la combinación.
Los síntomas de una mala alimentación procesada a menudo no son inmediatos, pero se manifiestan con el tiempo: inflamación, fatiga, alergias, alteraciones digestivas, desequilibrios hormonales…
La solución no está en contar aditivos, sino en elegir alimentos que no los necesiten. Alimentos naturales, que no estén procesados, comprar en tiendas de confianza y evitar las grandes superficies son sin dudas estrategias que cada vez se hacen más necesarias.
Cómo reducir el consumo de aditivos (y volver a lo natural)
- Compra alimentos sin etiquetas: frutas, verduras, legumbres, frutos secos, huevos, etc.
- Evita productos ultraprocesados: si lleva más de 5 ingredientes que no reconoces, déjalo.
- Lee las etiquetas: busca nombres simples, y desconfía de códigos y siglas.
- Compra en mercados locales y tiendas pequeñas, donde encuentras productos menos manipulados.
- Cocina más en casa, aunque sea de forma sencilla.
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La industria alimentaria ha hecho que comer se convierta en un acto desconectado de la naturaleza. Pero tú puedes cambiar eso. Volver a la cocina real, al alimento vivo, al sabor auténtico, no solo mejora tu salud, sino también tu relación con el entorno.
No se trata de contar “E-”, sino de recordar que el cuerpo no necesita códigos. Solo necesita comida de verdad.
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